sábado, 22 de octubre de 2011

Laburo en “el Arca de Noé”

Hola, hoy escribe Santiago.

En mi última entrada sobre trabajo había quedado en que me había llamado Mandy de la agencia. Desde entonces ha pasado mucha agua bajo el puente.

Trabajé dos días por la agencia en un depósito de una empresa. El trabajo era muy fácil: habían unas piezas de plástico que se usan para sostener carteles en las góndolas de los supermercados, que constan de dos partes. Nos trajeron varias cajas llenas de esas piezas, en las cuales una de las partes estaba fallada y había que cambiarla por una nueva, y volver a empaquetarlos en las mismas bolsas y cajas. Aburrido pero fácil. Trabajé con un brasilero que también fue por la agencia, y con un peruano que trabaja en la empresa a la que fuimos desde hace como dos años. Las cajas eran como treinta y pico e hicimos aproximadamente seis por día, por lo que pensé que por lo menos había trabajo hasta completar una semana. Y el segundo día nos dijeron si podíamos ir al día siguiente también, pero cuando dijimos que ya no quedaban más de los plásticos buenos, nos dijeron que no fuéramos y que nos llamarían cuando los tuvieran.Trabajamos 7 horas por día, pero nos pagaron 6:30 porque descuentan el almuerzo. Sumándole a eso que de los 20,77 AUD por hora que supuestamente ganaría, el gobierno me saca 28%, gané 104 AUD por día, que no es mucho. Igualmente estuvo bien para empezar. Al día siguiente no me llamó Mandy, por lo que supuse que ya no necesitaban que arregláramos más piezas.

Un día después me llamó Fernando, un argentino que había conocido el día de mi cumpleaños en una fiesta en la “Manly Mansion” ya que uno de los que vive ahí cumple años el 28 también. Me dijo para trabajar con él en una casa de campo a 25 minutos de acá. Me dijo que era de 7.30 a 15.30, de lunes a viernes y que el sueldo era 130 AUD por día, con el pago los jueves cada dos semanas.

Obviamente, dada mi situación dije que sí, aún después de escuchar lo que me dijo Fernando luego de contarme sobre el trabajo. Resulta que al ser como un campo, hay víboras que pueden ser mortales, arañas que también lo pueden ser y unos mosquitos que no son mortales pero que supuestamente te paralizan si te pican. Él ya estaba trabajando ahí hacía tres semanas con un brasilero, que se fue a trabajar a un restorán (aunque he pensado que capaz murió mordido por una víbora...) y por eso me llamó. Me preocupó un poco lo que me dijo, pero ya había dicho que sí, necesitaba trabajar, y además el hecho de que ninguno hubiera muerto en tres semanas me tranquilizaba jaja.

No se imaginan cuán tranquilizador fue cuando el primer día, Stephan (el dueño de la casa) me dijo que había víboras mortales, arañas pero que no matan a todos, sino que “sólo a algunos, dependiendo del organismo de cada uno” y que los mosquitos paralizantes “sólo matan a los perros”.

El trabajo consiste en cortar arbustos (algunos son grandes como árboles pequeños), poner veneno para que no crezcan de nuevo, y llevarlos hacia un lugar donde un día de estos va a llegar una máquina que los va a triturar. A veces es duro cuando hace calor y tenemos que llevar las ramas de un lugar a lotro. Otros días si sólo cortamos es muy tranqui. Es aburrido, pero al igual que en el laburo en el banco lo que me salva es la compañía. Con Fernando trabajamos ocho horas por día juntos y raramente nos quedamos sin tema de conversación. Desde temas serios hasta jodas por la Copa América, recomendación de series, películas, libros o programas de radio (le conté a Darwin Desbocatti y se cagó de risa!), entre otras cosas. Eso hace que el laburo sea bastante llevadero, aunque no niego que a veces pienso “¿Qué carajo estoy haciendo en Australia jugando con las ramitas, en un lugar en el que hay animales que me pueden matar?”.

Después de unos días no me preocupé más por las víboras. En estas seis semanas he visto cuatro o cinco víboras y Fernando vio más antes. La última que vimos es negra con la panza roja, y se supone que es venenosa pero tranquila, o sea que no te ataca si no la molestás. Lo bueno es que al haber negras se supone que no hay marrones, que no son tan tranquilas. Arañas hemos visto más que nada un par de días que no laburamos en el campo, sino pintando unas paredes de afuera de la casa, y unos postes y parantes de madera que sostienen un techo. No se imaginen tarántulas, son chicas, aunque venenosas igualmente. En uno de esos días, una araña cayó del parante que estaba pintando Fernando directo hacia él. Por suerte estaba yo al lado y la vi que se estaba por meter adentro de su remera y, no me pregunten cómo, pero cual Federer en la final de Roland Garrós, le pegué (no me acuerdo con qué) un boleo, cayó al piso y la pisé, tal vez salvando la vida de mi compañero.

Cuando empecé, se suponía que el trabajo sería por dos o tres semanas, pero a los dueños de la casa les gusta cómo está quedando, y nos dijeron que quieren que saquemos más arbustos, además de ayudarlos a plantar algo después. También vamos a pintar dos cuartos de la casa, por lo que entre todo eso supongo que nos quedaremos dos o tres semanas más. Me da la impresión que si fuera por ellos nos quedaríamos meses, ya que no todos los días encuentran mano de obra tan barata (gano 16,25 AUD la hora, y eso es cerca del mínimo) y dispuesta a trabajar en contacto con las criaturas mencionadas anteriormente. Es más, antes de que fuera Fer, dos grupos de dos personas trabajaron un día cada uno y renunciaron. Ahí fue cuando llamaron a un amigo de ellos, que resultó ser el jefe de Fer en la fábrica donde labura normalmente, quien le pidió que fuera a trabajar ahí, a lo cual no se pudo negar.

Además de víboras, arañas y mosquitos paralizantes, en la casa hay otros animales, los que la convierten en una versión moderna del “Arca de Noé” aunque, al contrario de la misma, en este caso lo que se busca es la no reproducción. Por eso todos los animales que tienen son del mismo sexo. Hay dos alpacas machos (no me pregunten para qué, simplemente las tienen, y no sirven para absolutamente nada), tres gallinas, dos patos (no sé si patas o patos), dos perros galgos (Enzo y Romeo, que rompen las bolas cuando comemos), y también vi un gato pero no sé si es de la casa o no. Un par de veces se escaparon las alpacas del corral y tuvimos que meterlas de nuevo, lo cual no es tan fácil como uno se imaginaría tratándose de un bicho tonto.

Últimamente estuvimos trabajando en la fábrica, ya que hay mucho trabajo y necesitaban más gente. Ahí producen carteles de venta o alquiler de propiedades. Los carteles viejos son reciclados, les sacan el sticker de la propiedad anterior y le colocan uno nuevo. Los días que trabajé ahí me dediqué principalmente a despegar los stickers, pero sobre la experiencia en la fábrica contaré mejor más adelante.

La voy dejando por acá, saludos!

Santiago.

1 comentario:

  1. Santi!, estas con todo!, sos el Noe de la arca jajajaja. Que siga todo bien!. saludos a los dos!

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